Textos de los críticos
celosías - estéticas de la paranoia
Luz Ángela Lizarazo
--Qué curiosa palabra la que da nombre a esta “experiencia estética”: celosías, pues denomina a la vez, en mi viejo castellano, una treta y un objeto, o mejor una red de tretas y otra red de objetos. Las tretas aluden a las mil argucias de que se vale el celoso y la celosa para encelar, vigilar-acosar-atrapar a quien se tiene por traidor en el amor. Y el objeto-celosía se halla hecho de una trama tejida con muy diversos materiales –desde rejas de hierro a hilitos de alambre pasando por los huecos entre ladrillos o las brechas en los muros: cualquiera que conozca el mundo Andalucía sabe que todo vale para ver sin ser visto, para mirar desde donde no se ve, para esconder lo que está a la vista e impedir mirar en la única dirección en que se puede ver. Y que conste que no estoy haciendo etimología sino cartografía narrativa, pues celar es tejer redes híbridas de miradas y palabras en las que el que busca atrapar queda atrapado/a.
Las Celosías de Bogotá le hablan a Luz Ángela Lizarazo de una “ciudad enrejada” pero no desde fuera -como los campos de concentración- sino desde dentro: la gente de Bogotá se enreja para protegerse, darse seguridad, aunque no sea más que psicológica. Y las linduras del enrejamiento resultan siendo entonces un disfraz que, por más artesanía popular que se pretenda, a lo que en verdad remite es a la violencia que acosa y al miedo que se tiene.
Y ¿qué tiene que ver entonces mi cartografía de la celosía con la ciudad enrejada? Pues todo. Empezando por eso de que las rejas –como mucha de la vigilancia pagada- nos protegen psicológicamente, o sea nos dan la sensación de seguridad porque lo que se dice seguridad-seguridad… Necesitaría algo más que unas rejitas que cualquier cizalla corta en un santiamén, o un vigilante adormilado y armado con un palo. Que es lo que hacen los celosos y celosas: atrincherarse en su propia e interior inseguridad, atrincheramiento “armado” –o sea violento también- con linduras y feuras, artimañas brujeriles o saberes detectivescos.
La celosía resulta siendo en últimas eso lúcidamente nombre el su título: paranoia: encerramiento psicológico, amasijo de desconfianza y sospecha, al que se le revuelven rabias y furias, truenos y rayos, o sea mucho ruido con el que se busca tapar eso: el miedo y la impotencia que habita el interior de tanta gente incapaz de enfrentarlo cara a cara. Porque para eso hay que salir a la calle y asociarse con otros ciudadanos para romper el círculo perverso de la violencia que engendra el miedo que engendra otras violencias.
El antídoto de la celosía es la veeduría: esa otra palabra que también habla del ver, pero en el sentido de hacer visible a las colectividades, que pasan de quejarse a ejercer de ciudadanos reclamando y re-conociendo derechos, generando en los otros ganas de transformar la sociedad al irnos transformando mutuamente, sin celosías ni trampas. Cara a cara.
Jesús Martín-Barbero
París, mayo del 2010