pasar en silencio

Cuando me invitaron a dialogar con la obra de Sara Modiano (1951-2010), me causó cierta inquietud saber, lo que hizo que alguien pensara en mi, para dialogar con una pieza que es una jaula y que además contiene rostros.

Con la jaula de Modiano entendí algo que no había percibido: la transparencia del encierro, que llevó a conectarme con una de las claves de mi trabajo: el silencio.

Empecé a observar los posibles encerramientos presentes en mi obra. Las redes, las trampas, redecillas, telarañas, trenzas, nidos, tejidos, rejas ; y decidí empezar por ese camino a ver hasta donde me conducía.
Ya tenía varios precedentes. Conozco el mundo de las redes. Acababa de hacer la primera “Red de niebla” (2015) , red que usan los ornitólogos para atrapar a las aves, una red rota, reparada con cadenas de oro que hacen mas visible la reconstrucción de la estructura de la red. Una red con historia, pero sin aves. Sin nada atrapado en ella, a diferencia de ese encerramiento de la obra de Sara que contiene su rostro. A partir de esa pieza, comienzo a tejer mis propias trampas y redes de niebla. Recreo su forma y la manera como los ornitólogos las colocan amarradas a las ramas de los árboles. Y enfatizo el oro de las cadenas con el dorado del hilo de bronce.
Pienso en los seres que escaparon de esas redes vacías, en dehesas, pantanos y bosques y decido crear mis propios personajes que habiten ese lugar . El Andarríos Maculado, el Flamenco, el Garzón Soldado, la Garza Morena y el Pato Cucharo habitan el espacio silenciosamente burlando las redes y trampas del lugar. Su cuerpo es transparente. Una cúpula de vidrio protege sus órganos , especialmente la siringe, órgano que usan las aves para cantar y los vuelve un tesoro. Ellos se pasean por el espacio en silencio, observan, lo habitan.

Al final una casa como metáfora. Porque luego de ese pasar silencioso, de andar(se), de observar(se), de pensar(se), de vivir(se), de arriesgar(se), de caer(se) en la trampa, de escapar(se) de una red, la casa es siempre el mejor lugar al final del camino.

Luz Lizarazo
Bogotá, febrero 2016